Éste es un nombre sugerente. Y me recuerda vagamente al galope de los caballos cuando se sienten cercanos a casa, se llama querencia de cuadra. Pero ésta es otra Querencia. La de las personas que la habitan y la transforman en un verdadero oasis. Y casi podría decir en medio del desierto, si no fuera por la proximidad del río.
Los cerros que rodean Lima son desérticos. Lomas peladas de roca y arena. En verano, cuando desaparece la capa gris que la nubla durante más de seis meses, el viento hace volar la tierra por todas partes. Cuando abres las ventanas para que circule la brisa y no te sofoque el calor, junto con ella entra una cantidad importante de tierra.
La contaminación, el ruido, el tráfico, el calor, tanto cemento,… A veces se hace necesario salir de Lima para respirar aire más puro y recargar las pilas.
Hay múltiples y extraordinarias opciones en un país de tantos contrastes (costa, sierra y selva, y sus zonas intermedias). Muchos limeños se van a las playas del sur de la ciudad, de las que sólo he conocido una. Pero nosotros huimos de las multitudes y nos enamoramos de lugares tranquilos, poco frecuentados y lo más naturales posible.
Y buscando algo parecido a lo descrito, dimos con Mi Querencia.
Mi Querencia está en Cieneguilla, a unos 40km de Lima. Y si no dispones de auto (coche), puedes llegar en colectivo, un taxi que espera a 4 pasajeros, que cuando llena, sale. Y cuesta 6 soles por persona (unos 1.7 euros).
Mi Querencia es una finca verde con una casa preciosa. Su jardín, cuidado con esmero, tiene una fila de enormes poncianas que lo delimitan por uno de sus lados. Sus copas son frondosas, bajo las cuales hay dos bancos que te invitan a sentarte en esas sombras generosas. Un cactus extrañísimo; flores blancas, amarillas, rojas, de plantas que no conocía. Una palmera real que se estira hacia el cielo como fuego de artificio. Árboles de lúcuma. Dos enormes rosas verdes. Una higuera… Y todo este vergel rodea un pasto (grama) impecable, que es regado a diario.
Perros, un gato, infinidad de pájaros entre los que vimos a un colibrí, que descansaba entre viajes sobre la rama de una araucaria centenaria.
Colmenas de abejas en el tejado de la casa principal, cuya deliciosa miel probamos en los pancakes del desayuno.
La casa que se alquila está junto a la casa principal, pero es independiente. Tiene múltiples y grandes ventanales que rodean el salón, la cocina y las habitaciones. Todos dan al jardín.
Sentada en el sofá más largo de la sala, descubrí que los rayos de sol se hacían un espacio entre las plantas y entraban por detrás para iluminar el libro que tenía entre las manos. Creo que ése se convirtió en mi rincón preferido. Arropada por el sol a mi espalda, la vista del jardín a mi izquierda, me quedaba absorta por tanta belleza.
Hubieron muchos momentos de disfrute, como el baño en la piscina, viendo el perfil de las palmeras recortado bajo un cielo plagado de estrellas. O jugar con Lola, la cariñosa perrita, lanzándole una pelota que ella recogía y devolvía sin parar, viendo como se derretían los miedos perrunos de mi hijo.
Después de un largo paseo junto al río, llegar a casa, darte un baño en la piscina y que te llamen para decirte que el almuerzo está en la mesa… ¿Es o no un lujo?… Para mí desde luego sí.
Tanto nos gustó que ya estábamos calculando tiempos, costos y factibilidad… de mudarnos allí como huéspedes permanentes. 🙂
Si podemos, regresaremos. Y no sólo por repetir esos momentos y poner nombres a todas las plantas que ví, sino por las personas que lo hacen posible. GRACIAS (Marta, Jaime, Gabriela, Mario,…)



Lola, cariñosa y juguetona.


Poncianas



Mimando los detalles
Fotos: Unas son de la página facebook de Mi Querencia (publicadas con su permiso), otras son tomadas por mí.
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